No quiero tener hijos... Y qué!!!!!!

Este artículo nace, y nunca mejor dicho, como homenaje a aquellos que, como yo, han decidido que no quieren tener hijos. Estoy harto de sentirme cuestionado, acosado, juzgado y sentenciado por carecer del maldito instinto paternal... Estoy harto de oir a gente decirme que la paternidad o maternidad son el objetivo vital de todo ser viviente... No puedo soportar cuando me preguntan con asombro qué voy a hacer en la vida cuando les hago saber mi deseo de no engendrar una nueva vida. He tenido que soportar, no sin dificultad, que personajes amargados y muertos en vida por culpa de sus malas decisiones me digan que soy un egoísta y un cobarde por no querer afrontar la responsabilidad de tener, proteger y educar a un hijo. No tolero más recibir lecciones de sensatez, moral o madurez por parte de aquellos que destrozaron su futuro cuando aún eran jóvenes y todavía les quedaba mucho por vivir en los mejores años de sus vidas. No tolero que estas personas vuelquen sus frustraciones en mi y, en lugar de recomendarme que no cometa los mismos errores que ellos, lo que hacen es intentar hundirme en la misma mierda que ellos no supieron esquivar.

Afortunadamente, no todo el mundo es igual a la hora de juzgar mi decisión. Aunque no lo busco, he encontrado comprensión, tolerancia y respeto en algunas personas. Las que más me llaman la atención son aquellas que sí han tenido hijos y son capaces de decirme que he tomado la decisión correcta. Estas personas saben que vendieron su alma al diablo de una sociedad que les empujaba a lo convencional. Su alma ya jamás la recuperarán, pero conservan la clarividencia y la pureza de espíritu necesarias para no arrastrar a los infernos a todo aquel que se cruza en su camino por aquello de: "Si yo caigo, tu caerás conmigo." Eso sí, solamente he conocido una persona en mi vida que haya sido capaz de decir abiertamente, sin tapujos, la verdad que todos callan. Sólo a mi abuela, a la que tanto admiro, la he oído confesar que, si pudiera volver atrás en el tiempo, jamás tendría hijos. Sé lo que eso conlleva. Sé que si ella hubiera tomado esa decisión yo no hubiera llegado al mundo. Tampoco es mala idea... Pero, lo más importante, mi abuela hubiera tenido la posibilidad de realizar sueños. Sueños que ya nunca podrá alcanzar y que, seguramente, la hubieran ayudado a alcanzar la felicidad... ¿Y qué es prioritario? ¿Que yo nazca, o que mi abuela sea feliz? ¿No merece mi abuela ser feliz? ¿Hizo bien mi abuela sacrificando su juventud y sus anhelos para que algún día yo llegara al mundo?... Aquí cada uno que piense lo que quiera. Yo tengo clara mi respuesta.

Partiendo de la base de la existencia de una libertad de elección, bastaría con decir que no deseo ser padre, simplemente, porque no me da la gana. Pero como jamás me ha importado explicar mis razones ya que, aunque no se comprendan, son las mías, ahí van algunas de ellas.

Empezaré por una razón muy sencilla pero al mismo tiempo muy importante, y es que no me gustan los niños. No me producen esa ternura que se supone que contagian a la mayoría de la gente. Me parecen muy molestos, desagradables e irrtantes. Son feos, tremendamente ruidosos y huelen mal. Vamos, que son como un Gremlin!

No deseo tener hijos porque quiero seguir siendo yo. Y es que cuando alguien tiene un hijo su vida, su caracter, su entorno, sus costumbres, sus sueños, sus aficiones y sus rutinas cambian para siempre. Me gusta como soy y me gusta tener el control de mi vida para tener la capacidad de cambiar la realidad a mi antojo. La paternidad transforma al individuo en "padre de...". Lo hace esclavo de ese apelativo para siempre y su individualidad se esfuma para no volver jamás.

No deseo tener hijos porque no lo necesito. Mi vida ya tiene sentido por si misma. No me es necesario ese complemento que ayude a completar mi mundo. Desgraciadamente estamos rodeados de gente con tantas carencias personales y con una vida de pareja tan mísera que se encomiendan a la paternidad para enmendar su déficit como individuos. Lamentablemente, pronto se dan cuenta de su error... pero ya es demasiado tarde.

Finalmente, existe una razón de peso que, por ser demasiado obvia, pierde contundencia. Es una justificación tan manoseada que da repelús usarla pero es que sigue siendo cierto que hay mucho sufrimiento en el mundo. No tiene sentido que un niño nazca maracado con una etiqueta en la que se pueda leer algo así como: "Tú vivirás desde el primer día en la miseria, pasarás hambre, sufrirás y llorarás todos los días de tu efímera existencia. Sentirás dolor, amargura, rechazo, soledad, miedo y, además, morirás abandonado y sin que nadie se haya aprecibido de tu paso por la vida". Vivimos en una sociedad descompensada. Un mundo lleno de desigualdades, injusticias e intolerancia. En eso estamos todos de acuerdo... Entonces... ¿Es sensato traer a alguien a este mundo? ¿Es lícito obligar a alguien a vivir en la sociedad corrupta que nosotros hemos creado? ¿Está bien pretender que sea éste quien intente arreglar algo que nosotros hemos estropeado? ¿Demasiada responsabilidad, no? Quizas los que tenéis hijos sois más optimistas que yo respecto al futuro que nos espera a nosotros y, en mayor medida, a vuestros hijos. Pero en mi cabeza retumba cada vez con mayor fuerza esa irónica frase que pronunció el gran escritor Arthur C. Clarke... "El futuro ya no es lo que solía ser". Pocos de vosotros me negaréis que esta frase cada día está más llena de significado...

Soy consciente de que, a pesar de todos mis esfuerzos por reivindicar mi derecho al libre albedrío, seguiré siendo objeto de muchas críticas y seré juzgado más duramente aún, si cabe. Seguiré siendo tildado por mucha gente de egoísta, de egocéntrico y, sobretodo, de cobarde. A todos los ellos, sólo decirles que intenten reflexionar sobre quién es más egoísta. ¿Yo, que vivo según mis convicciones sin obligar a nadie a seguirme y, por supuesto, sin dañar a nadie... O aquel que, teniendo la posibilidad de adoptar un niño de entre los millones que hay en el mundo que mueren de inanición y en la más absoluta soledad, decide tener SU propio hijo, nacido de SUS entrañas y sangre de SU sangre, para educarlo y guiarlo según SU criterio? Estoy seguro que esas mismas personas serán tan hipócritas que se considerarán autorizados moralmente para recriminar a alguien que haya comprado un perro en lugar de adoptar a uno de la perrera...

Y es que la paternidad no es una obligación sinó una elección y yo, pese a quien le pese, ya he elegido.

Muchas gracias y... Hasta luego.


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