viernes, 25 de septiembre de 2009

Pague lo que quiera.

Quisiera compartir con vosotros una noticia que me ha parecido curiosa y digna de comentar. La noticia es la siguiente: "Muchos comercios alemanes prueban el último gancho para salvar la crisis: eliminar los precios de sus productos y dejar que el cliente decida cuánto pagar."

En épocas de crisis todo está permitido para compensar las pérdidas. Por ello, algunos comercios del país teutón han despertado del letargo su creatividad para ofrecer algo mucho mejor que las rebajas: “pague lo que quiera”, todo un gancho de mercado.

Parece ser que la acogida del público alemán ha sido bastante buena y dichos comercios han reflotado un poco su economía. La verdad es que no sé si en Alemania funcionará o será un camino directo hacia la ruina pero, de lo que no tengo dudas, es del resultado que se daría en caso de aplicar las mismas medidas en los comercios españoles... Exacto! Un cachondeo total. Si algún valiente empresario español toma la iniciativa suicida de imitar a nuestros amigos germanos, que tenga en cuenta que el primero de sus clientes que entrara en su comercio acogiéndose al "pague lo que quiera", no sólo no pagaría sino que además, le haría entrega de una pala por aquello de "Ir cavando su propia tumba"...

Y es que no debemos olvidar que vivimos en el país que dió origen a todo un género literario que llamaron "Novela Picaresca" encabezada por un personaje entrañable como el Lazarillo de Tormes, padre de todos los timadores, estafadores, ladrones, tramposos, fuleros, mangantes y farsantes de nuestra madre patria.

No me de diréis que no. ¿Quién de vosotros no conoce a ningún vividor sin escrúpulos de los que nunca han pegado un palo al agua pero viven a cuerpo de rey? Uno de esos al que no le importa lo más mínimo las repercusiones económicas y morales que su engaño puede causar a sus víctimas y ha consegido hacer del timo, un arte. Este tipo de personaje que todos hemos sufrido o conocido dominan con maestría la manipulación psicológica consiguiendo doblegar la voluntad de sus presas sin que éstas se aperciban de estar siendo dirigidos como títeres.

En definitiva, tenemos tan arraigado en nuestra herencia genética el oficio del fraude que ejecutamos el embuste casi sin quererlo. Y aquel de vosotros que piense que no es así, que se pare un segundo a meditar si nunca a descargado archivos de internet de forma ilegal, o presentado un parte falso a la compañía de seguros, o un justificante médico que le proporcione unos días de fiesta en el trabajo o, ¿Quién no a mentido más que un fariseo para llevarse a un chico o chica a la cama?... Y así, un sinfín de etcéteras que nos demuestran que esa enraizada condición de embaucadores está presente en nuestro día a día.

Es tal ese afán de lucrarse a costa de los demás que ya no nos fiamos de nadie, así que, si hay un comerciante que nos propone que paguemos lo que queramos... No sé, yo no me fiaría... De alguna manera... Seguro que nos está estafando.


Muchas gracias y... Hasta luego.


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